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Alfonso Romero

Alfonso Romero

Llevo varios días intentando escribir algo sobre política y no lo consigo. Son tantos los temas graves que nos acechan que me siento acosado. Merecerían una columna extensa y, la verdad, no sé por donde empezar. Sobre todo para alguien que no se gana la vida con ésto y que dispone cada vez de menos tiempo para estar permanentemente escribiendo sobre la actualidad: que si España, educación para la ciudadanía, chorradas diarias sobre el cambio climático, la insoportable levedad del ser del PP, Zapatero y sus ministros, los progres y Zapatero, Zapatero y nazionalismos, Murcia y sus circustancias, ataques continuos a la libertad, la crisis económica, etcétera. Un sinvivir.

Por eso, recordando mis viejos tiempos de redactor taurino, voy a escribir de toros. Un tema que abrí desde el principio en esta bitácora y al que le presto muy poca atención. Ayer estuve en la plaza de la Condomina. Vaya por Dios. Y vi a un torero, a un proyecto consolidado y a uno que no se sabe si está o se le espera en su retirada. Cuando uno aprende a ver una corrida de toros, y aquí uno que sabe, se pierde la inocencia y le saca defectos a todo. Por eso es muy difícil que alguien te emocione. Alfonso Romero toreó a su primero como hacía tiempo que yo no veía. Y no porque haya abandonado un tanto mi asistencia a los espectáculos taurinos, sino porque ayer cuajó una faena bellísima, llena de muletazos con sentido, de naturales interminables y con una plasticidad emocionante. Sublime. Me han dicho que el domingo pasado estuvo mejor y me resulta casi imposible creerlo. No lo mató bien, pero dejó una faena en mi memoria que va a ser difícil de borrar. Además, tiene muy claro los conceptos, los terrenos, examina al toro y lo califica como si estuviera todas las tardes delante de él, aunque por desgracia no lo esté. A los buenos siempre le llega su momento y Alfonso llegará a estar en los puestos altos del escalafón. Seguro.

Las crónicas han metido a Cayetano Rivera en el mismo saco que a su hermano. Y me parece injusto. Tiene otro aire, otro empaque y además, Cayetano, sabe torear. Ni un zapatazo para alentar al toro a tomar un muletazo. Colocación en el segundo palo y a rematar con un golpe de muñeca. Lo intentó y dejó algún que otro detalle, pero no pudo sacarle más a los de Parladé que le tocaron en suerte. Todo lo contrario que Francisco, que no se coloca, no tiene temple y falla en los conceptos básicos (hasta en la profesionalidad para aguantar las críticas); por lo que no sé si es que nunca ha aprendido de lo que va ésto (nunca lo he visto realmente bien), o ayer se le olvidó la lección. En fin, buenísima tarde de toros gracias a Alfonso Romero y algunos detalles que nos dejó Cayetano.

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