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Firmas invitadas

Alegraos

Francisco Rodríguez Barragán / Cada año, cuando llegan estos días, nos ocupamos de hacer llegar a nuestros amigos algún mensaje que les haga saber nuestro deseo de que sean felices. Por mi parte utilizo las palabras de San Pablo: estad alegres, os lo repito, alegraos. Pero ¿qué motivos hay para estar alegres, cómo podemos estar alegres en medio de tanta crisis, tantos problemas, tanto dolor?

Lo que os deseo no es que hagáis un pequeño paréntesis, unos días de jolgorio, para volver a los mismos problemas, las mismas dificultades, sino que os instaléis en una permanente alegría que nada ni nadie os pueda arrebatar. Dentro de nosotros existe una hondura, casi siempre inexplorada, donde podemos encontrarnos con Aquél que es fundamento de todo lo que existe, la roca segura donde edificar nuestra vida, donde ponernos a salvo.

En el correr inestable de los días, sufrimos el suplicio de los acontecimientos favorables o adversos que se suceden sin tregua. Nuestros deseos, siempre incolmables, nos zarandean cada día, nos inquietan los logros que deseamos alcanzar, nos asusta lo que podemos perder, sufrimos hasta por cosas que no llegan a ocurrir. La felicidad quizás sea algo que recordamos del pasado o algo que esperamos de un futuro incierto.

Las olas del océano pueden levantarse embravecidas en la tormenta, pero debajo de la superficie hay calma y estabilidad. Lo mismo pasa en nosotros. Debajo del agitado devenir de los días, tenemos en el espesor de nuestra alma un espacio sagrado y seguro. Sólo hay que armarse de valor y bajar a estas profundidades de nuestro ser donde, despojados de todos nuestros disfraces, nos encontremos a nosotros mismos ante Dios, fuente de alegría, sostén de toda esperanza.

Los problemas, las preocupaciones o los sufrimientos no van a desaparecer pero habremos descubierto el lugar donde encontrar la paz y la alegría, una alegría que nadie nos podrá quitar, distinta a la que ofrece el mundo, hecha de consumo y diversión. Una alegría que podemos compartir, sin que se agote nunca, con la gente que nos rodea. Podemos ser personas que viviendo los mismos problemas que los demás mantengamos la paz y la alegría y demos razón de nuestra esperanza.

Esa es la alegría que deseo a todos mis amigos, de la tuvimos noticias gracias a Jesús, el Hijo de Dios, cuyo nacimiento vamos a celebrar, que nos mostró el amor que Dios no tiene y que ha hecho morada dentro de nosotros.

Los fallos de los expertos

Francisco Rodríguez Barragán / Los expertos son aquellas personas capaces de explicar "científicamente" por qué las cosas no ocurrieron como ellos pronosticaron. El colegio de augures de Roma, creo que contaba tan sólo con cuatro miembros, que se dedicaban a predecir el resultado de las acciones políticas o militares de la República o el Imperio, escudriñando el vuelo de las aves, su forma de comer o el estado de sus vísceras. Ignoro las veces que acertaron o se equivocaron, aunque en otras ocasiones sus dictámenes sirvieron para suspender las acciones consultadas.

Ahora, que pensamos estar más civilizados que entonces, en lugar de augures contamos con expertos, miles de expertos. Ellos elaboran estadísticas, proyecciones, índices y otras herramientas sobre las cuales se planifica la política, la economía, la educación, la población, la guerra, el clima, el futuro, en fin.

Naturalmente ese futuro resulta a menudo bastante diferente a lo previsto, pero los expertos explicarán, sin inmutarse, los procesos causales de la nueva realidad y propondrán de inmediato otros planes y otras soluciones.

Pensemos en cualquier obra pública, cuya planificación y ejecución ha sido encargada a expertos altamente cualificados. Lo más probable es que el costo y el tiempo de ejecución de la misma sean muy superiores a lo previsto.

Los americanos deciden ir a la guerra para la que cuentan con una gigantesca red de expertos en todo, armas eficaces y recursos económicos. Ellos pondrán orden rápidamente en cualquier punto del planeta, ya sea Corea, Vietman, Kuwait, Irak o Afganistán. Pues no, las cosas no salen como pensaban y esto pasa una y otra vez. Las victorias que alcanzaron contra los españoles en Filipinas, contra los alemanes en dos guerras mundiales o contra los japoneses, lanzándoles la bomba atómica, quizás les hicieron creer a sus expertos que lo mismo pasaría con las demás. Las cosas siempre ocurren de forma distinta. Ni Corea ni Vietman, parecen haberles enseñado nada.

Armados de una potente doctrina revolucionaria, un poder omnímodo y unos decididos planificadores, los soviéticos fueron hundiendo a medio mundo en la miseria, plan tras plan, hasta la implosión de su régimen en 1989. En Occidente y en América Latina, muchos expertos en marxismo siguieron y siguen organizando sus partidos comunistas, sin enterarse de nada.

Después de la caída del muro y el fin del régimen comunista, las democracias capitalistas se sintieron satisfechas con el crecimiento de su desarrollo técnico, de sus libertades, de sus instituciones, de su nivel de vida. Como las cosas iban viento en popa, los políticos y sus expertos asesores, pensaron que todo podía seguir así. Pero de pronto aparece la crisis financiera y el mundo entero entra en convulsión. Uno puede preguntarse cómo es posible que los expertos financieros, que pueblan los gabinetes de los grandes bancos, no barruntaran la catástrofe y siguieran invirtiendo en Lehman Brother, por ejemplo.

Pienso que pueden fabricarse teorías, proyecciones, planes, índices y leyes de economía sostenible, pero no hay manera de tabular la conducta humana. No sé si los expertos llegarán a reconocer, alguna vez, que no pueden prever las ocurrencias de los políticos, el egoísmo de los financieros o el rencor de los terroristas entre las variables de sus estadísticas, de sus previsiones.

El afán de ganancia de los financieros, la búsqueda de votos de los políticos, los intereses de las poderosas multinacionales, los designios de cambiar la sociedad desde posiciones poderosas, nada democráticas. Todo ello y muchas cosas más, hacen que vivamos en un mundo complicado con un futuro incierto, por más que miles de expertos crean que tienen la solución.

Cada vez soy más escéptico con tantos planes, tantas reuniones de alto nivel, tantas conferencias internacionales pero creo que hay valores que no cotizan en bolsa pero que son los únicos que pueden garantizar nuestra existencia: el trabajo bien hecho, la honestidad, la honradez, el cumplimiento de la palabra dada, la sobriedad, el esfuerzo, la búsqueda de la verdad y en definitiva el amor, la única fuerza capaz de construir un mundo nuevo donde habite la justicia.

Tiempo de conversión

Francisco Rodríguez Barragán / Los cristianos creemos que el Hijo de Dios se hizo un hombre como nosotros y nació de María en Belén en tiempos del rey Herodes. Este acontecimiento, que pasó quizás bastante desapercibido, salvo para algunos pastores, es para nosotros el cumplimiento de la promesa de Dios, recordada una y otra vez por los profetas de Israel, de que enviaría a la humanidad un Salvador, el Mesías, el Señor.

La Iglesia celebra cada año este misterio: la Navidad, un hecho permanente que se actualiza para que los cristianos adoremos estremecidos a Dios hecho niño. Las cuatro semanas anteriores es el tiempo de Adviento, tiempo de conversión y de preparación.

¿Qué queda hoy de todo esto? De la alegría por la llegada del Hijo de Dios, hemos ido pasando a una fiesta para consumir, para comer y beber, para divertirnos y regalarnos. El misterio tremendo de Dios hecho hombre, se ha ido alejando, difuminando sus contornos, hasta hacerlo irreconocible entre luces de colores, reclamos publicitarios y grotescas figuras de Papá Noel.

Debilitado el mensaje y su significación estamos pasando a otro acto en el que se rechaza expresamente su significado religioso, invocando falsas razones de multiculturalidad, de convivencia, de respeto a las demás religiones, de descarado laicismo. He visto anunciada la conferencia de un autodenominado filósofo cuyo título era nada menos que ”Laicismo, garantía de democracia” Creen que eliminando a Dios va a instaurarse una paz universal, sin querer ver que están demoliendo nuestra sociedad, dejándola sin raíces, envejecida y sin futuro, el reemplazo generacional deviene imposible.

Pero en esta funesta tarea están colaborando muchos de los que se dicen cristianos, pero se pliegan al empuje de esta ola que se proclama progresista. Son, o quizás somos, los cristianos que hemos olvidado que el adviento es tiempo de conversión y no sólo de compra de regalos y juguetes.

¿Tiene sentido para nosotros los cristianos la llamada a la conversión como preparación de la Navidad? ¿De qué tenemos que convertirnos? Por desgracia hemos perdido hace muchos años la conciencia de pecado. No nos sentimos pecadores. Pensamos que el pecado es un fantasma para niños de otros tiempos. Si descubrimos el mal, siempre es en el prójimo, no en nosotros mismos. Tenemos una extensa lista de razonadas sinrazones para justificar nuestra conducta ante nosotros mismos.

El 15% de los cristianos que, según las encuestas del CIS, vamos a misa los domingos, comenzamos la celebración confesando ante Dios todopoderoso y ante los demás hermanos que hemos pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión, pero sin creérnoslo demasiado. Los confesionarios están bastante vacíos.

Si examinamos nuestra conciencia podemos ver que estamos lejos de amar a Dios sobre todas las cosas. Si creemos que Dios nos creó por amor y en Él vivimos, nos movemos y existimos, tendríamos que amarlo sobre todas las cosas. En cuanto a amar a los demás como a nosotros mismos, ¿qué tal lo llevamos? ¿Y el mandato de Jesús de amar a los enemigos…?

Amar a los demás porque todos somos hijos de Dios y por tanto hermanos nuestros, se nos hace cuesta arriba, ¡incluso a los enemigos!, porque Dios hace nacer el sol sobre buenos y malos y el mandato de Jesús es llegar a la perfección: sed perfectos como Dios es perfecto.

Alguno pensará que si nos ponemos así, es gana de amargarnos las navidades, pero a Jesús, el Hijo de Dios que se hizo hombre para salvarnos y pasó haciendo el bien, lo torturaron y lo mataron en una cruz. Él nos advirtió que nos pasaría lo mismo y que el mundo no nos aceptaría. Pero estamos en el mundo y tenemos que dar testimonio con nuestra vida familiar, profesional, ciudadana, de lo que creemos y luchar por hacer un mundo más justo, más humano, más fraterno, lo cual es imposible sin Dios. La buena noticia de Jesús es que Dios nos ama y que lo mismo que Él ha resucitado también resucitaremos nosotros para una eternidad de plenitud en la que Dios lo será todo en todos.

El grito silencioso

Yo imagino que el grito de esos pobrecitos que son asesinados antes de nacer,
debe llegar hasta Dios.

Madre Teresa de Calcuta

César Valdeolmillos /El doctor Gerome Lejeune, uno de los mayores genetistas de la historia, fue invitado por el Senado de Francia hace unos veinte años, para que ofreciese su documentada opinión sobre el tema del aborto. Una de las opiniones fuertemente arraigada en dicha cámara, era la que sostenía que hay embarazos que deben ser interrumpidos, cuando los antecedentes o el pronóstico parecen ser irreversiblemente malos. Cuando se le otorgó la palabra al Dr. Lejeune, planteó un caso: "Tenemos —dijo— un matrimonio en el que el marido es sifilítico terciario incurable, y además decididamente alcohólico. La mujer está desnutrida y sufre tuberculosis avanzada. El primer hijo de esa pareja muere al nacer; el segundo sobrevive, pero con serios defectos congénitos. Al tercer hijo le ocurre lo mismo y se le suma el hecho de ser infradotado mentalmente. La mujer queda embarazada por cuarta vez. ¿Qué aconsejan ustedes hacer en un caso así?". Un senador del bloque socialista manifestó categóricamente que la única solución para evitar males mayores, era practicar un "aborto terapéutico" inmediato. Lejeune hizo un largo y notorio silencio; bajó la cabeza por unos segundos en medio de su expectante mutismo; volvió a alzarla y dijo: "Señores Senadores, pónganse de pie, porque este caballero acaba de matar a Ludwig van Beethoven".

El hecho real al que acabo de referirme, podría aplicarse a otros muchos de similares circunstancias, que tuvieron después por protagonistas a personajes muy célebres en la historia de la humanidad, lo que desmonta de forma irrefutable la justificación de un asesinato bajo el mal llamado "aborto terapéutico".

Y es que, como decía en el primer artículo que dediqué a este tema, "Cuando nace un niño, nace un mundo nuevo", y su aniquilación, constituye la destrucción irreparable de parte del futuro del universo. Es igual que llegue a ser un genio o no. Lo verdaderamente importante, es que es un ser humano único e irrepetible, que vivirá si le dejamos, en un mundo que puede o no ser exactamente igual al nuestro, pero que siente y que padece, que tiene sus ilusiones y sentimientos, que ama y le gusta sentirse amado y que en el fondo, desea ser aceptado y hará todo lo posible por integrarse en nuestra sociedad.

Demagógicamente se suele argumentar por aquellos que fomentan la cultura de la muerte -aborto y eutanasia- que es inhumano no legalizar el "aborto terapéutico"; que este debería realizarse cuando el embarazo pone a la mujer en peligro de muerte o de un mal grave y permanente.

Terapéutico procede de "terapia", que significa curar y el aborto, no solamente no cura nada, sino que mata directamente a un ser humano inocente e indefenso y produce unas secuelas sicológicas en la madre, que perdurarán durante toda su vida. Por otro lado, el código de ética médica, señala que en el caso de complicaciones en el embarazo, deben hacerse los esfuerzos proporcionados para salvar a madre e hijo y nunca tener como salida la muerte premeditada de uno de ellos, porque eso convertiría a los médicos —cuya misión es preservar la vida curando las enfermedades— en sicarios a sueldo.

Pero, de momento, no es mi intención demostrar las falacias del incongruente y ¿mal informado?, "progresismo". Porque el asesinato, jamás puede constituir ninguna forma de progreso.

El objetivo de mis últimos artículos, es concienciar a quien tenga la oportunidad de leerme, del valor que tiene toda vida humana; del decisivo y noble papel que desempeña la mujer en la transmisión de la existencia; concienciarla de que, a quien lleva -no lo que lleva- dentro de su vientre, no es su propio cuerpo -simplemente está alojado en él- y por tanto, no tiene el menor derecho a decidir sobre una vida que no es la propia; del irremediable daño que de por vida se haría así misma, de atentar contra la inocente criatura que ella misma ha creado; de que alumbrando a ese nuevo ser, justifica su propia razón de ser como mujer, que es la más noble misión y la culminación del privilegio de que la dotó la naturaleza. En definitiva, porque la muerte solo significa destrucción, una vez más, quiero transmitir un mensaje positivo de amor, fe, fortaleza y esperanza.

Sin embargo, no podemos ignorar la existencia de un opresivo y arbitrario "progresismo" que persigue el logro de una sociedad amorfa, mediante la despersonalización del individuo, la eliminación del "tú" y el "yo", con todo lo que de excepcional conllevan estos conceptos; la supresión de "marido" y "mujer", sustituyéndolo por cónyuge A y B. Partiendo de este principio, en el trascendente acto de la procreación, ya no seremos "padre" y "madre", sino progenitor "A" y "B". Realmente ¿nos estamos dando cuenta de la profunda gravedad que constituye esta perversión del lenguaje y a donde nos puede conducir esta deshumanización en el futuro, si llegamos a aceptarlo como algo normal y cotidiano? Entre otras muchas consecuencias, si con el paso del tiempo, esta forma de pensar prende en la sociedad, se producirá un vacío insensibilizador que nos conducirá a la nada, con capacidad de contagiarlo todo, lo que permitirá al Estado, el adueñamiento de los derechos fundamentales del ser humano, convirtiéndose en señor absoluto y manipulador de cuerpos y conciencias, último fin del totalitarismo laicista.

Quienes patrocinan, fomentan y legislan basándose en estos bastardos e insolidarios intereses ideológicos y económicos, están colocando a España en la primera línea del sacrificio infantil, presentando el aborto como un derecho y liberación de la mujer. Una liberación que, al marginar a los padres, deja sola a una niña de dieciséis, diecisiete años -al fin y al cabo una adolescente que necesita la protección de quienes verdaderamente la aman y deben velar por protección y por su bien- aterrada por las consecuencias de una relación sexual inmadura, para que elija sola un futuro en el que solo estará acompañada de por vida, por la angustia, el sentimiento de culpabilidad, la ansiedad, los terrores nocturnos, la depresión, los trastornos de alimentación o de su vida sexual futura, secuelas que habitualmente aparecen y permanecen, incluso años después de haber abortado.

La ministra de ¿Igualdad?, Bibiana Aído, dijo el 18 del pasado mes de mayo: "Un feto es un ser vivo, pero no podemos hablar de ser humano".

Lo que una mujer lleva en su seno materno desde el mismo instante de la concepción, es un nuevo ser humano en desarrollo y no solamente un ser vivo. Como si de un embrión o un feto humano, pudiese surgir una salamanquesa.

El Dr. Bernard Nathanson, ginecólogo norteamericano, cuenta en su autobiografía haber realizado más de 60,000 abortos. En su libro confiesa que era un paria en la profesión médica. "Se me conocía como el rey del aborto… Llegué incluso a abortar a mi propio hijo", declaró el médico en una conferencia llorando amargamente. Ese suceso cambió su vida. Dejó la clínica abortista y pasó a ser jefe de obstetricia del Hospital de St. Luke’s. La nueva tecnología del ultrasonido hacía su aparición en el ámbito médico. El día en que Nathanson escuchó el corazón del feto en los monitores electrónicos, comenzó a plantearse por vez primera "qué era lo que estábamos haciendo verdaderamente en la clínica". Decidió reconocer su error y en la revista médica The New England Journal of Medicine, escribió un artículo sobre su experiencia con los ultrasonidos, reconociendo que en el feto existía vida humana desde el mismo momento de la concepción. Incluía declaraciones como la siguiente: "el aborto debe verse como la interrupción de un proceso que de otro modo habría producido un ciudadano del mundo. Negar esta realidad, es el más craso tipo de evasión moral". Había llegado a la conclusión de que no había nunca razón alguna para abortar: "…el aborto es un crimen". Con los ultrasonidos hizo un documental que llenó de admiración y horror al mundo. Se titulaba "El grito silencioso". Nathanson había abandonado su antigua profesión de "carnicero humano". Hoy, Bernard Nathanson, es un judío convertido al catolicismo.

Por activa y por pasiva, Bibiana Aído, la ministra que ha promovido el nuevo proyecto de Ley del aborto, ha tratado de justificar el mismo, argumentando que es para evitar que vaya a la cárcel aquella mujer que aborte. Ciertamente no se conoce un solo caso en que por este hecho se haya aplicado tal condena, pero sí es cierto que la mujer que aborta, queda para siempre aprisionada entre rejas; las rejas morales de su propia culpabilidad, que en algún recoveco de su alma, le aprisiona y no le deja dormir.

En cualquier tipo de circunstancias en las que se produzca un embarazo, la respuesta no está en el raciocinio, si no en las indescriptibles sensaciones de amor y de ternura que ese nuevo ser que la madre alberga dentro de sí misma, le hace sentir.

Cuando una mujer se encuentra ante un embarazo en circunstancias adversas, hemos de tener en cuenta que es un ser humano, que tiene que enfrentarse, en medio de su íntima soledad, al dilema de escoger entre la Vida o la muerte; ahora le llaman "Derecho Reproductivo". Este dilema no lo comparte, lo decide en medio de la desesperación, la angustia y el miedo, y cuando finalmente decide por la muerte del hijo, lo hace en medio de un dolor indescriptible, sin que nadie le informe adecuadamente de que la vida le ofrece otras salidas y de que en ese momento se está embarcando en la nave de un drama, en la que se verá prisionera y navegará durante el resto de sus días.

Hundir en ese abismo a una criatura que se enfrenta a una incertidumbre tan trágica, no es otorgarle un "derecho", ni abrirle las puertas de una embaucadora "liberación": es una auténtica villanía, tras la que se esconden infames intereses.

Todos los científicos y clase médica, coinciden en el hecho incuestionable en que, ante el atroz ataque que un bebé sufre el transcurso de un aborto provocado, el niño reacciona ante el dolor e incluso emite lo que muchos han llamado, el "grito silencioso". Silencioso porque no se escucha fuera de su hábitat natural, pero que su infinito dolor ante la salvajada que con él se está cometiendo, nunca dejará de escuchar el corazón de su madre.

La Divina Naturaleza, hizo del vientre de la mujer, el más fértil campo destinado a dar el más maravilloso y sobrenatural fruto de la creación. No permitamos que tan prodigioso origen de la vida, el aborto lo convierta en un lóbrego ataúd, reino eterno del dolor y del silencio.


El privilegio de ser Madre

Dios no podía estar en todas partes a la vez, y por eso creó a las madres
Anónimo.

En homenaje a mi Madre
y a todas las Madres del mundo



César Valdeolmillos / Cuenta una antigua leyenda que un niño estaba por nacer y le dijo un día a Dios:

"Me dicen que me vas a enviar mañana a la Tierra, pero ¿cómo viviré allí tan pequeño e indefenso como soy yo?"
Dios le dijo: "Entre muchos ángeles escogí uno para ti que te está esperando, El te cuidará".
El niño le pregunta: "Pero dime, aquí en el cielo no hago mas que cantar y sonreír y eso me basta para ser feliz, pero allí...
Dios le responde: Tu ángel te cantará, te sonreirá todos los días y tu sentirás su amor y serás feliz".
El niño le dice: "Y ¿cómo entenderé cuando la gente me hable? Si yo no conozco el idioma que hablan los hombres de la Tierra...."
Dios le contesta:" Tu ángel te dirá las palabras más dulces y tiernas que puedas escuchar y con mucho cariño y paciencia te enseñará a hablar".
El niño, muy preocupado: Y... ¿qué haré cuando quiera hablar contigo?
Dios le dice:"Tu ángel te juntará las manitas y te enseñará a hablar.
El niño le pregunta: También me han dicho que en la Tierra hay hombres malos, ¿quién me defenderá?
Dios le tranquiliza: "tu ángel te defenderá a costa de su propia vida".
El niño insiste: "Pero estaré muy triste..., porque ya no te veré más".
Dios le contesta: "Tu ángel te hablará de mi y te enseñará el camino para que regreses a mi presencia, aunque Yo estaré siempre a tu lado".
En ese instante, una gran paz reinaba en el cielo, pero ya se oían voces de la Tierra....
El niño, entre sollozos, repetía suavemente: "Dios mío, ya me voy, dime su nombre, ¿cómo se llama mi ángel?
Dios sonriendo, le contesta susurrando: "Su nombre no importa, tú sólo le dirás MAMÁ"

No he encontrado explicación más hermosa que esta leyenda, para ilustrar la cita que precede a las reflexiones que me dispongo a exponer sobre el privilegio que supone el milagro de ser Madre. Sí, porque el hecho de concebir una nueva vida, es un generoso prodigio que excede de la voluntad del ser humano. Es un don reservado a la mujer, que no siempre le es concedido; que trasciende de nosotros mismos; que nos ennoblece y quizá el único por el que se justifica nuestra propia existencia.

Por una y simple básica razón —incluso si queremos egoísta— no puedo entender de forma racional, por muchas explicaciones y argumentos progresistas que me expongan, que haya personas que puedan defender el aborto voluntario, porque si en el momento de su concepción, su Madre hubiese decidido interrumpir su embarazo —como eufemísticamente denominan las izquierdas el asesinato premeditado de criaturas inocentes e indefensas— esas personas no existirían, ni tampoco su obra. Y aún lo entiendo menos, cuando quien defiende esa execrable acción, es una mujer.

¿En qué oscuro e ignorado lugar han quedado los valores humanos? ¿En qué profundo y oscuro lugar de su corazón ha escondido el ser humano la piedad, el amor y la misericordia? No puedo comprender como aquellos que defienden con tanto empeño y ardor al colorín bicéfalo del Orinoco, a la raposa rubia de Madagascar o la manzanilla tricolor del Everest —lo que me parece muy bien— tienen una roca por corazón, ante la sangre derramada de miles de seres inocentes e indefensos. Tantos que han colmado la copa del dolor y que si tan sensibles son ante los dones de la naturaleza, de rodillas tendrían que pedir que cese tanta masacre.

EL INSTINTO MATERNO

Es una desvergonzada e impúdica falacia decir que abortar es un derecho de la mujer. El único derecho irrenunciable que tiene una mujer como tal, es el de ser Madre, porque le permite consumar la función de su naturaleza y experimentar unas sensaciones y sentimientos sublimes, que de otro modo jamás hubiese conocido.

Morrison-Clutton, es una bibliotecaria galesa de 32 años que tras dar a luz a su hijo sufrió una infección por Escherichia Coli, tras ingerir comida en mal estado lo que le provocó caer en coma durante sesenta y siete días.

Ante esta situación, el marido, que día tras día le iba explicando los progresos del bebé, decidió probar con el llanto de su hijo. Grabó un vídeo con su bebé como protagonista y se lo puso a Karen, que comenzó a luchar por su vida desde ese momento. Según explicó la Madre tras despertar "quería morir, pero después escuché a Ollie y me dije ’quiero vivir".

Se trata sin duda de una noticia asombrosa que demuestra la fuerza que puede llegar a tener el reclamo de un bebé sobre los instintos de su Madre, al despertarle la necesidad de cuidar de su hijo.

Benito Pérez Galdós pone en boca de Daniel Morton, personaje principal de su novela "Gloria", estas palabras dirigidas a su propia Madre a la que se enfrenta por razones religiosas: "No podrás, aunque lo quieras, ser dueña de tus sentimientos de Madre, y me amarás aunque sea en silencio; me consagrarás todos tus pensamientos, me tendrás siempre en la memoria, aunque sólo sea para orar por mí. Antes de que hubiera religiones, hubo Naturaleza"

EL VALOR DE SER MADRE

Por culpa del azar o de un desliz, cualquier mujer puede convertirse en Madre soltera. Si eres una de esas mujeres, no pienses que no vales nada porque tu pareja te haya abandonado. Al contrario; vales el doble. Vales por mamá y papá, porque tú, en vez de deshacerte de esa nueva vida que engendraste en tu seno, sí tuviste el valor suficiente para enfrentar la realidad. Atesoraste el suficiente amor para sacar adelante a tu hijo y soportaste el dolor del desengaño. Eres fuerte y valiente, con los pies en la tierra.
Dios ha dotado a la mujer del "instinto maternal" de forma tan enraizada, con la finalidad de preservar la especie.

Si no fuera por eso, lo que ella haría al ver a esa criatura minúscula, arrugada y chillona, sería arrojarla a la basura. Pero gracias a ese instinto tan asombroso que le otorgó la naturaleza, la mira embobada, la encuentra preciosa y se dispone a velar por ella durante toda su vida.

Ser Madre no es fácil y es estar siempre preguntándose si se está haciendo bien. Es dejar de sentir el propio cuerpo, cuando el fruto de sí misma está sobre su pecho buscando donde agarrarse. Es el momento en el que el tiempo se rompe y los minutos que antes parecían horas se convierten en segundos, porque antes de contemplar su rostro, todo eran miedos, inquietudes y zozobras que desaparecen al mirarle y le hacen sentir el goce de ser mujer.

Ser Madre es considerar que es mucho más noble sonar narices y lavar pañales, que terminar los estudios, triunfar en una carrera o mantenerse delgada. Es ejercer la vocación sin descanso, siempre con la cantinela de que se laven los dientes, se acuesten temprano, saquen buenas notas, no fumen, tomen su vaso de leche. Es preocuparse de las vacunas, la limpieza de las orejas, los estudios, las palabrotas, los novios y las novias; sin ofenderse cuando la mandan callar o le dan con la puerta en las narices. Es quedarse desvelada esperando que vuelva la hija de la fiesta y, cuando llega hacerse la dormida para no fastidiar. Pero en la mesa está preparado el mantel y la comida aún caliente.

Ser Madre, es temblar cuando el hijo aprende a conducir, se compra una moto, se afeita, se enamora, tiene un examen o le quitan las amígdalas. Es llorar cuando ve a los niños contentos y apretar los dientes y sonreír cuando los ve sufriendo. Es servir de niñera, maestra, chofer, cocinera, lavandera, médico, policía, confesor y mecánico, sin cobrar sueldo alguno. Es entregar su amor y su tiempo sin esperar nada a cambio. Es decir que “son cosas de la edad” cuando le dicen que no entiende ya nada.
Madre es alguien que nos quiere y nos cuida todos los días de su vida y que llora de emoción porque uno se acuerda de ella una vez al año: el Día de la Madre.

Todo esto es cierto, por eso no es de extrañar que hoy en día, el 80% de las mujeres huyan de tales responsabilidades.

Sin embargo, no hay nada más bello que llegar a casa, agotada después de un duro día laboral y ser recibidas por gritos de júbilo y enormes sonrisas, porque ya vino mamá. No hay nada más reconfortante que el fuerte abrazo y beso de ese hijo, que una Madre sabe y siente, que le ama más que a nadie en el mundo y para el cual ella es la mejor y más bella de todas las personas del universo.

De niños creemos que mamá todo lo puede, que no siente cansancio, que no sufre... esa imagen que guardamos de ella con el tiempo no coincide con la que vemos cuando pasan los años. Es entonces cuando descubrimos que mamá también sufre, se cansa, esta triste, no tiene fuerza, calla ocultando el dolor. La vemos como un héroe sobrevivir a grandes tragedias, llevarnos de la mano conteniéndonos y mostrándonos la vida siempre del lado más bello. De niños no entendemos sus lágrimas, cuando sus manos, por aliviarnos de nuestras angustias y problemas, nos sacan las espinas y se las clavan en ellas. Así como nosotros necesitamos tantas veces de la protección de esos brazos fuertes, de la comprensión de nuestros gestos, de nuestros silencios o de nuestro dolor, ella también nos necesita. Por eso debemos detenernos y observarla, abrazarla y hacer que sienta que estamos allí, junto a ella, aunque sea en la distancia; que nos importa; que es valiosa para nosotros. Solo de esta forma, le devolveremos el más hermoso sentimiento de que, desde nuestra concepción nos impregnó; el sentimiento que proporciona paz y tranquilidad en los momentos difíciles de la vida; el que nos contiene; el que minimiza el dolor; el que nos hace luchar por nuestros sueños e ideales; pero sobre todo, nos enseña a dar sin pedir nada a cambio: El Amor.

Ser Madre

Madre es una mujer que entrelazó sus manos con las del hombre amado, al que se entregó en cuerpo y alma para formar entre ambos una cuna. ¿Puede haber algo más hermoso?

Una Madre, es una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor, y mucho de ángel por la incansable solicitud de sus cuidados. ¿Puede haber entrega más plena?

Nuestra Madre, que con una mirada sabe leer en lo más profundo de nuestra alma, es una mujer que, si es insuficiente en sus conocimientos, descubre los secretos de la vida con más acierto que un sabio, y, si es instruida, se impregna como nadie del candor y la necesidad de su hijo.

Madre es una mujer que, siendo vigorosa, se estremece con el llanto del fruto de sus entrañas y siendo débil, sabe revestirse —si es preciso— con la bravura de una leona. ¿Habrá algo más admirable y digno de admiración?

Nuestra Madre es una mujer que, tal vez nos enseñe pocas cosas, pero aquellas que de ella aprendemos, son las que marcan el sentido de nuestras vidas. ¿Habrá algo más venerable?

La Madre, es una mujer, con un poder tan grande, que solo ella es capaz de borrar del espíritu de sus hijos, el triste sentimiento de la orfandad. ¿Habrá algo más noble?

Y por último, Madre es una mujer con un destino y vocación tan ineludibles, que hasta el mismo Dios quiso sentir la cálida emoción de necesitar una. ¿Podemos encontrar en este miserable mundo algo más grande y más hermoso a la vez?

De nuestra Madre, solo una cosa hay de la que a menudo nos tenemos que lamentar, y es que nos deje antes de que nos demos cuenta que hemos sido tan egoístas, que no hemos tenido tiempo de devolverle tan solo una pequeña parte de todo su sacrificio, de su permanente entrega y del infinito amor que ella nos entregó.

Solo cuando la perdemos, nos sentimos culpables, nos vemos desvalidos e irremisiblemente huérfanos.
Por suerte, el Sumo Hacedor, solo nos dio una. Nadie aguantaría el dolor de perderla dos veces.

* Pido perdón por la licencia gramatical que me he tomado de escribir el concepto "Madre" con mayúscula en lugares que no le corresponde. Con ello solo he pretendido destacar la grandeza de su figura.