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Murcialiberal

Yo ví a José Tomás

Yo ví a José Tomás

Estuvo sublime. Toreó con un halo de normalidad inusual y con una media sonrisa tímida de quien se siente satisfecho consigo mismo. Me acerqué al Corte Inglés a comprar una buena botella de vino y una caja de bombones para Juan Antonio y Pilar, continuando una buena tradición que tenemos mi santa y yo cada vez que unos amigos nos invitan a cenar a su casa. Pasadas las nueve de la noche del viernes nos llamó la madre de Inés que estaba con nuestras sobrinas en la cafetería. Aún quedaba gente: varias familias y algún que otro despitado como nosotros. Al fondo de la misma estaban sentados tres hombres de mediana edad que daban buena cuenta de una ensalada, varios sandwinch Corty y abundantes patatas; todo ello regado con unas buenas Coca-Colas de la mejor añada, por supuesto. Me tuve que fijar bien, pero enseguida me di cuenta que era él. No me extrañó que nadie se percibiera de su presencia. Pasaba totalmente desapercibido. Yo creo que lo tiene bien estudiado. ¿Quién se iba a imaginar que en aquel pedazo de "bar con ambiente taurino" estaba el torero que más líneas está escribiendo dentro y fuera del mundo del toro en las últimos años?

No pude ir a la gran tarde que ofreció José Tomás a los murcianos, según cuentan todas las crónicas. Casi me he conformado con el resumen que mi "hermano" Bayona nos brindó en la 7 y a las imágenes que a buen seguro me proporcionará de sus faenas, aunque sé que no es lo mismo. La anécdota no me la podía guardar y a buen seguro que aporta un grano de arena más al mito de este torero diferente a todos los demás: por su forma de entender a los toros y por su forma de actuar. Ni restaurantes caros, ni aglomeraciones, ni tertulias taurinas, ni chicas de postin, ni flamenquito, ni volando voy-volando vengo. Un chico normal de mi misma edad que se juega la vida cada tarde que torea y que no alardea de ello. Sé que cada uno del escalafón tiene sus manías y costumbres. Rarezas para el común de los mortales, como norma general. Pero lo suyo es diferente. También sé que hay toreros que todo lo que rodea al toro le queda lejos y prefieren concentrarse en su arte. Pero déjenme que me sorprenda y que resalte la anécdota (seré alguien lleno de topicazos y un paleto de provinicas, lo sé) de encontrarme en la cafetería del Corte-Inglés, incándole el diente a un Corty, a José Tomás. La leyenda que le rodea se sigue escribiendo cada día. Y yo la seguiré atento para contársela a mis nietos. Dios mediante, claro.

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