Unos pocos locos
Hay ocasiones en los que merece la pena pasar el trabajo de copiar un artículo de prensa, ya que la empresa editora no tiene a bien poner un enlace que lo dignifique. El artículo se titula Unos pocos locos y lo firma un tal Jose Antonio Martínez-Abarca en las páginas de La Razón. Aunque sea por difundirlo un poco mas desde esta modesta bitácora, me he permitido el lujo de transcribirlo íntegramente
Unos Pocos locos
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Unos Pocos locos
Recuerdo como si fuesen hoy los tiempos del GAL, de la corrupción que no retrocedía ni para tomar impulso, de los ojos crueles de mandarín chino, de torturador de árboles, que se le pusieron a Felipe Gónzalez, , según el ex director de la Guardia Civil, Luis Roldán. Como hoy, los columnistas del Régimen llamaban a la tranquilidad dominical. A poner el cuerpo muerto. A la desmovilización cívica hasta que convenga a sus intereses. Escribían que no reconocían para nada el país que ellos veían en la calle dentro del país que la derecha catastrófica pintaba. Ellos, los periodistas del Régimen, de cualquier régimen pasado o futuro (son los mismos de siempre, del franquismo al socialismo) paseaban aplacientes a la salida de la misa de nueve del Círculo de Bellas Artes (algún estreno de cine francés, con su homilía progre), comprobaban aliviados que el sol no había desaparecido por causa del Gobierno y nos convocaban al relativismo y al fengshui acomodaticio de los telediarios amanerados de Fernando G.Delgado. Desde la contraportada del Tao-Te-King, quiero decir, de , los articulitos (en bella definición de Jiménez Losantos) que expedía, entre reverberación de la paella y reverberación de la paella, Manuel Vicente hablaban de que se levantaba por las mañanas y por un oído escuchaba los armoniosos cantos de los pajaritos y por el otro el graznar de unos cuervos criticones de la cadena COPE, que algún vecino facha tenía puesta, perturbando su sentido levantino de la estética. , acusaba el entonces todavía no difunto Antonio Herrero. Armoniosos pajaritos de domingo en . No existía la corrupción. No existían los crímenes del GAL (que más de un egregio socialista murciano me defendió fervorosamente en mis barbas, echándose mano a las cachas imaginarias del revólver que no llevaban, y cuando llegue la ocasión del pacto Zapatero/ETA daré nombres). No existía nada salvo la policía pacifista de barrio bajando gatos de los árboles y niños de todas las razas en paz y armonía multicultural entonando aquello de . Y no había mas. Unos pocos locos convencieron a la opinión pública de lo que sólo existía en su imaginación: que alguien se estaba llevando las perras a capazos en España y que el Gobierno secuestraba, extorsionaba y mataba. Volvemos a aquellos días narcotizados, prensa mediante. Leo hace pocos días en el diario decano de la prensa en Murcia un editorialillo o sobre la Asociación de Víctimas del Terrorismo que podía perfectamente haber salido en la , y hasta en el en sus días mas flemáticos. Algo ocurre. Y no bueno. Los columnistas amigos, para no hablar de lo que pasa, hablan de que tiran del carricoche de sus niños sin problemas, de que el tapiz de cabezas de gamba en las barras de los bares no ha disminuido de espesor, de que nada más se cruzan paseantes sonrientes, de que los crepúsculos son más rosicleres que nunca, gracias al optimismo antropológico del que nos gobierna. La España inquietante y suicida que nosotros vemos tampoco existe para ellos, mientras un armonioso trino provenga de sus jardines y no lo sustituya el sonido de los cañonazos. ¿España hacia el abismo? Cosas de locos. Otra vez, como a principios de los años noventa, unos pocos locos.
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1 comentario
Anónimo -
Andrés nunca, tomado por la inseguridad ciudadana, la suciedad y la falta de civismo. Veo parques sin árboles, desastrosos proyectos de parkings. Veo prepotencia y desprecio, veo cómo no dejan entrar a los "enemigos" en los plenos del ayuntamiento, cveo como el bando de la huerta se pide agua para todos y en el entierro se patrocina polaris. Y veo(de eso el PP no tiene la cuilpa de nada) cada vez peores modales. Esta ciudad acaba teniendo las desventajas de un pueblo y las de una gran ciudad, y ninguna de sus ventajas.